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El negro y el peje


He adquirido rápidamente la rutina de encargarle a Carmen Aristegui la engorrosa labor de levantarme a diario y hoy, me encuentro con que hará cobertura especial del ungimiento de Barak Obama, el nuevo presidente del gabacho. Un extraño sentimiento de amargura me invade y lo atribuyo a mi acendrada filiación antiyanqui. Lo asumo plenamente: odio a los gringos y a todo lo que apeste a cebo transgénico de McDonald’s, barras, estrellas y disneylandias. Incluso el primer paso para ganarse mi antipatía es denominar a los gringos como “americanos”; simplemente no lo soporto. Son gringos ¿Qué culpa tienen los demás habitantes del continente de que ese país no tenga nombre y por tanto sus ciudadanos no tengan gentilicio propio?
Pero ¿por qué me molesta particularmente esto del cambio de poderes? Chale, la neta no entendía, ya que, en honor a la verdad, pues sí es relevante esto de que por primera vez tengan un presidente negro el cual de pasada, no es tan neoliberal recalcitrante.

Estaba en pleno proceso introspectivo cuando Carmen presentó una mesa de discusión política en donde participarían Lorenzo Meyer y la atildadita Denisse Dresser. “chale, esa mustia. A ver que dice la piadosa mujer que se compadeció de los mexicanitos y prefirió quedarse a iluminarnos con sus sesudas reflexiones políticas, teniendo la opción de vivir en E.U.”- Pensé, y lo pensé porque se lo escuché decir en un podcast de Radio República la semana antepasada.

Bueno, pero mejor no me desvío. Les decía que estaban por hablar estos dos personajes en el micrófono de MVS Radio. Tons, Lorenzo Meyer empieza haciendo un recuento de la carrera de Obama en donde señala que era un clasemediero estudiante de abogacía muy prometedor que rechazó trabajar para grander firmas y prefirió hacer labor social. No sé por qué pensé en el Instituto Nacional Indigenista y el trabajo con indígenas de la Chontalpa, no sé por qué, será mi condición de feligrés, como alguien nos describió.
Y en eso sale la Dresser con su fatigante vocecita mustia: “es un político que despierta grandes simpatías entre la gente, no es radical, sino que combina idealismo con pragmatismo. Tiene un discurso muy bien elaborado y es austero; resulta muy esperanzador que busque una nueva forma de gobernar más cercana a la gente, pues ayer en el día del laborista propuso a la ciudadanía trabajar juntos y de cerca e incluso planteó que la gente se comunique con él por Internet” Lo bueno fue que se calló justo en el momento en que casi me quería meter por las bocinas a ahorcarla (es que tengo un umbral muy bajo de tolerancia a su atildadita entonación). “Ah, que bien, ahora resulta que en el negrito son grandes virtudes lo que aquí ella se dedica semana a semana a atacar en Proceso”- pensé…o bueno, que se dedica a hacerse la atacada en Proceso, porque siempre que escribe sobre AMLO, lo hace redactando a manera de que se le perciba como la víctima –ella, no una ciudadana, sino LA ciudadanía- de los decires y procederes de Andrés Manuel.
Qué bien, en "el negrito" son virtudes que llevarán a su país al éxito, pero en "el peje" son abominables características que de haber prosperado en su empreño presidencial, hubieran llevado a nuestro país al desastre… qué bien, qué bien. Imaginé una nota en el siguiente número de Proceso en donde se diga “La columna de Denisse Dresser no será publicada durante un lapso de tiempo indefinido pues la señora se encuentra atendiendo un delicado problema de bipolaridad en conocido centro psiquiátrico de los Estados Unidos”

Entonces fue cuando descubrí que era lo que me pasaba: sentía envidia. Siento envidia. Lo declaro a quien me lea: los gringos en este momento me inspiran envidia.

En eso se fue el programa a comerciales y de cortinilla una canción en donde mucha gente corea “O-ba-ma, O-ba-ma”, me imaginé las calles de Washington llenas de gente emocionada porque hoy toma posesión aquel a quien eligieron. Salen a las calles a saludarlo, a congratularse del cambio que ellos suponen probable, a sentir por un momento que vienen tiempos mejores, a saberse ciudadanos porque el esfuerzo cívico de votar rinde hoy sus resultados.

Mi envidia no pudo más y se convirtió en una amarga lágrima: recordé entonces una plaza pletórica de gente con cara de incredulidad, sintiendo en lo profundo el robo del sueño. Recordé a un hombre en un estrado señalando que esperaría junto a sus seguidores hasta el final del conteo, recordé. Recordé a la gente confundida, con sus ansias de festejo frustradas: allá va, lejos, muy lejos, el sueño de un país mejor, se elevaba en el aire húmero de la noche.

De día el festejo de los gringos, de día los cantos de gospel de aquellos que construyeron en un continente extraño esa imperialista nación a golpe de látigo y cadena. De noche, de noche lluviosa la tristeza, la frustración, el silenciamiento de esa cobriza voz sedienta de festejo y siempre cortada de tajo, la voz de aquellos que han vivido en su propia tierra a golpe de látigo y cadena.

Vuelvo a escuchar la cancioncita de los gringuitos coreando “O-ba-ma, O-ba-ma” y no pude más que imaginarme otro coro: “Ob…” chale, mejor paré en seco mi imaginación, ya no quise echarle sal a la herida. Una plaza, mucha gente, el coro silenciado, la incredulidad ante lo imposible: el “triunfo” de un desconocido mequetrefe, gris, sin talento político, sin carisma, funcionarillo ladronzuelo, legislador por la plurinominal. Las esperanzas desgarradas, el sueño, lejos, lejos; tan lejos como el cerillo de la luz de bengala que había reservado para ese día. La vara de bengala que nos dieron en el zócalo el día del segundo debate no la quemé en esa ocasión, preferí reservarla para el 2 de julio en la noche. La tengo aún, ahí está, haciendo patente en su gelidez que el sueño robado habrá de esperar mucho tiempo aún.

No puedo más compañeros, no puedo. No se nada de política interna de los gabachos, no me importa; sus cambios o no cambios de gobierno me importan una chingada, pues para nosotros no cambiará nada, sólo serán las cosas menos crudas que con el viejito protestante McCain, es todo.

No sé nada de su política, pero no creo que tengan más derecho que nosotros a festejar la llegada al poder del candidato que eligieron. Para ser el país más poderoso del planeta, es claro que han luchado mucho por sus derechos civiles, pero no creo que hayan luchado por ello más de lo que nosotros lo hemos hecho por ser libres y soberanos. ¿Por qué?, chinga’o ¿Por qué ellos pueden festejar lo que para nosotros una y otra vez es el golpe de la mosca contra la vida-vidrio?


A mí que no me vengan con cuentos: han sido los dictados de la oligarquía de ese país los que hacen en nosotros ese festejo imposible. A sus intereses económicos es a los que sirven los gerentes que nos imponen como “presidentes”, robándonos con ello el derecho al festejo cívico. Ese matutino y frío Capitolio lleno de gente jubilosa descansa sobre ese Zócalo nocturno y lluvioso lleno de gente con la frustración hecha nudo en la garganta. Descansa también sobre los niños palestinos masacrados, sobre esa Europa devastada en los años cuarenta, sobre la cuna de la civilización arrasada en aras de “prevenir el terrorismo”, sobre el ADN modificado de los japoneses por la radiación, sobre Latinoamérica asesinada por sus gorilas dictadores militares, sobre tantas y tantas cosas.
No debiéramos congratularnos tanto de que la política gringa prometa un mejor futuro para ellos con el pretexto de que con ello también para la periferia del Imperio –osea, el resto del planeta- soplan vientos de cambio. Así que no me pidan un texto redactado racionalmente, hoy hablo desde el sentimiento: no puedo más. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?

En eso estaba cuando Lorenzo Meyer me remata anunciando a voz en cuello: Obama genera esperanza en los mexicanos porque de algo se tienen que agarrar, ya que ningún político mexicano inspira esperanza en sus connacionales. En este momento tengo un sentimiento de envidia” Y sobre la envidia siguen hablando ahora que mejor le he cambiado al programa de otro antiyanqui como yo –aunque me falta muuucho para ser la mitad de lo que él es-; le cambié al programa de Jorge Saldaña. Y me quedo con las palabras del Dr. Lara Peinado que está leyendo: “un pueblo puede vivir sin justicia, pero no sin esperanza”. Hoy los gringos tienen esperanza y festejan a su “Fish-aligator” President; y también al menos por el día de hoy, 20 de enero de 2009, muchos mexicanos han decidido irse con la quimera del sentimiento del vecino, han preferido tomar la esperanza prestada.

Yo en cambio, prefiero ver en mi polvorienta vara de luz de Bengala la promesa de que con o sin Obamas u Obradores, sólo el pueblo salva al pueblo y algún día habremos de entenderlo, practicarlo y hacer posible el largo sueño acariciado: un México con techo, trabajo, tortillas, justicia y ley para todos quienes lo habitamos, seamos del color, etnia o nación que seamos. Entonces y sólo entonces, prenderé ese artículo pirotécnico y sentiré que el futuro nunca nos fue robado.

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