Tercera nota sobre la educación.
Una pequeña muestra del estado lamentable en que se encuentra la educación en nuestro País, debiendo ser la una de las prioridades para un buen gobierno.
_______________________________
Fuente: El Correo Ilustrado , La Jornada 26/08/08
Desaparecer el normalismo es borrar 120 años de historia
El normalismo es uno de los pilares que han impulsado el desarrollo nacional en los últimos 120 años. En 1887 se fundó la Escuela Normal de la Ciudad de México, cuyo proyecto desarrolló Ignacio M. Altamirano. En 1901, Enrique C. Rébsamen resumió su fin social al afirmar:“Lo que caracteriza a la escuela normal es la aplicación teórico-práctica de la doctrina para formar hombres y ciudadanos, y esta doctrina, como tal, debe ser científica y práctica”.
En el mundo globalizado de hoy, lo que menos importa es formar ciudadanos íntegros, conscientes de su realidad nacional, críticos y propositivos, éticos y orgullosos de sus raíces nacionales. Según la “maestra Gordillo” y la obediente titular de la SEP, los centros educativos deben responder a las necesidades del mercado, formando técnicos que sirvan con eficiencia a los objetivos de enriquecimiento de las corporaciones globales, en las fábricas deshumanizadas y en las oficinas de empresas y centros turísticos que exprimen a sus empleados para acumular ganancias y difundir su marca o franquicia.
La atención educativa a las comunidades más pobres no es prioridad ni para la SEP ni para el sindicato charro de los trabajadores de la educación. El normalismo rural fue la base del actual sistema nacional de educación en el campo; aquellos maestros, sin “exámenes de oposición” pero con vocación y amor a México, educaron a millones de jóvenes en las comunidades más olvidadas, y les enseñaron los postulados básicos de la instrucción elemental. Hoy, Elba Esther Gordillo y el gobierno calderonista quieren sepultar ese legado. No lo permitamos.
Una pequeña muestra del estado lamentable en que se encuentra la educación en nuestro País, debiendo ser la una de las prioridades para un buen gobierno.
_______________________________
Fuente: El Correo Ilustrado , La Jornada 26/08/08
Desaparecer el normalismo es borrar 120 años de historia
El normalismo es uno de los pilares que han impulsado el desarrollo nacional en los últimos 120 años. En 1887 se fundó la Escuela Normal de la Ciudad de México, cuyo proyecto desarrolló Ignacio M. Altamirano. En 1901, Enrique C. Rébsamen resumió su fin social al afirmar:“Lo que caracteriza a la escuela normal es la aplicación teórico-práctica de la doctrina para formar hombres y ciudadanos, y esta doctrina, como tal, debe ser científica y práctica”.
En el mundo globalizado de hoy, lo que menos importa es formar ciudadanos íntegros, conscientes de su realidad nacional, críticos y propositivos, éticos y orgullosos de sus raíces nacionales. Según la “maestra Gordillo” y la obediente titular de la SEP, los centros educativos deben responder a las necesidades del mercado, formando técnicos que sirvan con eficiencia a los objetivos de enriquecimiento de las corporaciones globales, en las fábricas deshumanizadas y en las oficinas de empresas y centros turísticos que exprimen a sus empleados para acumular ganancias y difundir su marca o franquicia.
La atención educativa a las comunidades más pobres no es prioridad ni para la SEP ni para el sindicato charro de los trabajadores de la educación. El normalismo rural fue la base del actual sistema nacional de educación en el campo; aquellos maestros, sin “exámenes de oposición” pero con vocación y amor a México, educaron a millones de jóvenes en las comunidades más olvidadas, y les enseñaron los postulados básicos de la instrucción elemental. Hoy, Elba Esther Gordillo y el gobierno calderonista quieren sepultar ese legado. No lo permitamos.
Luis Anaya Roa, profesor normalista y contador público por el IPN