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Las razones del boicot

Después les dijo: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia,
porque aunque uno lo tenga todo, no son sus pertenencias las que
le dan vida.»
Lucas 12:15

Muchos mexicanos estamos convencidos de que la lucha por el petróleo es la batalla definitiva por México. No habrá más país si nos despojan de la soberanía energética: nos convertiremos en un mal remedo de Puerto Rico, pretenciosa colonia gringa que se da ínfulas con el calificativo de “Estado libre asociado”. A los panistas (subespecie mexicana con acusado complejo de inferioridad que cree que los blancos extranjeros son mejores que ellos y por tanto merecedores de ejercer el control de sus vidas) les brillan los ojitos y destilan contento por todos los poros cuando se imaginan al país convertido en un puertorricote tras haberle entregado a los amitos blancos nuestros veneros escriturados por el diablo para nosotros solitos.
Nada de extrañarse, después de todo su sueño más caro es hacerle honor al Gómez Morín, fundador de su partido y el mexicano con baja autoestima por antonomasia, puesto que con tal de ser considerado digno de desatarles las correas de sus sandalias (o más bien las polainas de sus botines), alegremente aceptó el financiamiento de los petroleros gringos echados a patadas del país, para fundar el partido que representaría sus intereses en la política nacional, intentando desestabilizar al Estado mexicano y al patriota gobierno de ese gran estadista que fue el General Lázaro Cárdenas del Río. -¿Soberanía nacional?- se habrá preguntado, -¿para qué queremos eso si sólo somos mexicanos? ¡no! Nuestro destino es ser sirvientes, así lo dispuso diosito y el santo papa-.

Pero para otros mexicanos -esos que tenemos el autoestima alta, los que no salimos a festejar babosas “victorias” de futbolistas mediocres, porque consideramos a México algo mucho más grande que un espectáculo de las televisoras-, la Patria es digna de todo nuestro respeto y amor, y por ello nos hemos opuesto al entreguismo y hemos resistido las embestidas del PAN y las corruptelas del PRI desde hace 70 años… algunas bajas hemos sufrido (Telmex, Ferronales, los bancos, Conasupo, el Ejido consagrado en el Artículo 27 de la Constitución, Imevisión, las carreteras y una laaaarga cadena de etcéteras) y nos han dolido mucho, pero hoy amenazan a nuestro más querido bien, lo único que nos puede garantizar la libre autodeterminación que confiere dignidad a un pueblo; amenazan nuestra última esperanza, y no estamos dispuestos a perderla.
Sabedores de que se trata de la batalla definitiva, campea entre los asistentes a las Asambleas convocadas por el Presidente Legítimo una peculiar serenidad: ya no está presente ese ánimo bullicioso cercano al estallido catártico sin dirección ni profundidad; está en cambio la consigna gritada en tonos graves, pausados, indicativos de una actitud reflexiva, de un estoicismo preparado para lo que venga. Llevaremos nuestra justa y digna lucha por la defensa de la soberanía –simbolizada en el petróleo- hasta sus últimas consecuencias.

Ese “hasta sus últimas consecuencias” no es una frase a la ligera. Significa la acción cotidiana en congruencia con nuestros ideales. Desde el simple hecho de señalar aguerridamente el intento de atraco a la Nación en el cotidiano cotilleo laboral y/o familiar, pasando por el ausentarse del trabajo para asistir a las acciones de Resistencia Civil aún sabiendo que podemos ser corridos o regañados, hasta llegar a estar dispuestos a defender la Constitución oponiendo pacíficamente la propia corporeidad al aparato represor detrás del cual se escudan los traidores, sabiendo que con ello puede ser que no regresemos a casa, pero también, que con ello estaremos frenando el intento de despojo.

Algunos no están dispuestos más que a asistir a las asambleas dominicales y a emplear sus tiempos libres en la difusión de información verídica. Otros más ya hasta se compraron su máscara antigas y están dispuestos para las acciones de desobediencia civil no-violenta. Ninguno vale más ni menos que el otro: todos estamos por la misma causa, pero si queremos que la justicia triunfe, que prevalezca la dignidad del mexicano, todos, absolutamente todos, debemos de realizar boicot comercial a los productos que están directamente relacionados con la opresión, sea porque apoyaron al fraude electoral, porque tienen interés en el negocio petrolero, porque a través del trato dado a sus empleados aniquilan la dignidad humana, porque auspician el genocidio de los pueblos originarios, o porque generan injusticia económica concentrando la riqueza en unos cuantos.

El boicot comercial no es una propuesta nueva, y su efectividad está más que probada. 76 años antes de que fuera planteado por primera vez en México, el pueblo de la India ya lo había puesto en práctica durante el arduo camino hacia su libertad.
El 1ro de abril de 1930, en Surat, India, durante el tránsito de la Marcha de la sal, Gandhi declara:

Si realmente existe un verdadero despertar de las masas, los que no están
comprometidos con la desobediencia civil deben trabajar en un servicio a nivel
nacional e incitar a otros a realizar lo mismo; que ellos se ocupen del hilado,
de la organización de piquetes para el boicot del alcohol y del opio, del
rechazo a la importación de telas extranjeras, del saneamiento de las aldeas o
de la ayuda a las familias de los resistentes civiles presos.

Me llaman la atención dos cosas de esta declaración. En primera instancia el señalamiento de Gandhi sobre el compromiso con la causa independentista que deberían tener todos los indios, pues ofrece una amplia gama de acciones de resistencia civil que pueden realizarse, las cuales van de la desobediencia civil –para aquellos que están dispuestos a oponerse frontalmente al poder; acciones que implican cárcel- al boicot de productos comerciales clave –acción que no rompe ninguna legislación, pero que implica un alto grado de politización y sobre todo, la interiorización de la ideología-: no hay pretextos para sustraerse a la acción libertaria.

En segunda instancia quisiera detenerme en la importancia concedida al boicot del alcohol y del opio. Queda claro que ello obedeció a su condición de vehículos del envilecimiento personal, destructores de la voluntad y por tanto, protagonistas en la esclavitud de las sociedades.
La efectiva fórmula <<Dependencia a sustancias+Supresión de la dignidad=Esclavitud>>, no era nueva: cuatrocientos años antes que los ingleses, los españoles habían comprobado la efectividad del alcohol en los procesos de colonización y aculturación de que fueron objeto los pueblos de nuestro continente. Aún hoy en pleno 2008, hay presos políticos indígenas por causas religiosas cuya peligrosidad para el sistema estriba en que como parte de su doctrina, consideran al alcohol fuente de envilecimiento, predican su abolición y llevan esto a la práctica suprimiéndolo de los actos religiosos; –entronizado el licor como dispositivo simbólico dentro del ritual desde la época de contacto, este cambio constituye no sólo una ruptura con el mecanismo de dominación en términos socioeconómicos y políticos, sino con la forma tradicional de vinculación con las religiones occidentales, donde se acepta al detonador de envilecimiento como indispensable para la oblación, y por tanto para relacionarse con la deidad-.
Para las comunidades religiosas indígenas que optan por vivir fuera del circuito esclavista del alcoholismo sobreviene la dignidad como recompensa. No hay sistema opresor que resista a la recuperación de la dignidad por parte de los oprimidos, de ahí la persecución de que son objeto estas sectas.

Pero me pregunto, a parte del alcohol, las telenove(r)las y el futbol ¿cuáles serán los factores de envilecimiento que propician la esclavitud del mexicano mestizo actual? Veamos, la idea central es evitar el uso del raciocinio…mmm…no pensar, no aprender… aparecen como idóneas víctimas los individuos enfermos, desnutridos y con dificultades para concentrarse…¡eureka! Enfoqué mis baterías sobre caritas sonrientes freidoras de tubérculos, plantígrados panaderos, tías reposteras, payasitos con cajitas felices, chispas de la vida, y tigres fortachones y elefantes promotores de desayunos rápidos. Segura estaba yo de que ellos eran los culpables de mi México enfermo y sin dignidad. Ellos, los amos de la popularidad, ellos en todos los espectaculares, carteles y anuncios de televisión; ellos, sonriendo inocentemente al incauto, sonriéndome malévolamente sabedores de que los había descubierto.

Mis sospechas se volvieron certezas después de leer el semanario Proceso #1640, publicado el 6 de abril de 2008. En su artículo titulado “Obesidad, corrupción y complicidad oficial”, Patricia Dávila apunta que México ocupa el segundo lugar mundial en obesidad: 25% de los niños y cerca del 40% de los adolescentes son aquejados por este problema. Por si fuera poco los aditivos y colorantes empleados en la fabricación de basura comestible están relacionados a la aparición del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad entre la población infantil, padecimiento que está en los primeros lugares de trastornos psiquiátricos presentados por la niñez mexicana.
Todo lo anterior con la complacencia de los gobiernos neoliberales que padecemos desde hace 25 años. Por ejemplo, Fox autorizó el uso de ciclamato de sodio como edulcorante en bebidas gaseosas (Coca-cola Zero), contraviniendo lo dispuesto en la legislación vigente desde 1999. Ya que este aditivo es carcinógeno y está prohibido en gringolandia desde 1969 (pero querían un gerente de la Coca-cola de Presidente ¿no?, que porque los empresarios saben administrar mejor y no son corruptos…).
Asimismo, el gobierno espurio -cuya legitimidad es reconocida únicamente en la República de las Papitas Fritas-, hijo del fraude de Pepsico a México, promueve a través de la SEP los productos de esta empresa en las escuelas primarias mediante la colocación de máquinas expendedoras y haciéndose de la vista gorda ante el soborno de que son objeto los directivos de los planteles por parte de Sabritas y Pepsi, quienes pagan por la exclusividad de sus productos en las ventas internas.
Para completar el ejercicio esclavista de los grandes consorcios –los cuales a parte de envenenarnos y arrebatarnos nuestro dinero, no pagan impuestos-, diputados y senadores prianistas se niegan a legislar a favor de la regulación de la publicidad engañosa producida por las empresas chatarra, anteponiendo sus mezquindades monetarias al bien común.

Dado el panorama anterior, considero que si queremos recuperar la dignidad de nuestra Nación, es fundamental boicotear este tipo de productos a fin de mejorar nuestras condiciones de salud y el aprovechamiento escolar de niños y jóvenes, es decir, a fin de salvaguardar el futuro de México.

Lamentablemente, en el mismo artículo se menciona que al cabo de un año un niño habrá estado expuesto a un mínimo de 12,700 anuncios de comida chatarra y ninguno con orientación nutricional. Aunado a esto, la inclusión de refrescos en la dieta familiar ha llevado al país al segundo lugar en consumo de gaseosas por persona y para colmo, en las escuelas predomina la venta de basura comestible. Es decir, la costumbre de mal alimentarse está muy arraigada en la población.

La tarea que nos espera es ardua aunque no irrealizable. Llevarla a cabo con resolución y alegría es un deber de todos los que estamos comprometidos con los más altos ideales de patriotismo. Adoptar como forma de vida el boicot a productos que no nutren y dañan nuestro organismo, es un orgullo para todos los que anhelamos un México soberano y próspero, un México donde impere la igualdad y la libertad devengada del ejercicio del raciocinio y del ennoblecimiento del espíritu humano. Mente sana en cuerpo sano.
Esta loable misión demanda total entrega y compromiso de aquellos que trabajamos por la construcción de la IV República; sin excusas, pretextos o flaquezas propias del pensamiento mediocre (“Hay es que me saben rete ricas mis papitas ¡hay y mi coquita! Ya sé que las papitas hicieron el fraude y la coca nos daña y mata a los trabajadores que hacen activismo sindical en la empresa, pero pos es que li’hago y li’hago y nomás no se puede, se me antojan reteharto…¡N’hombre y que le cuento!, la verdá hasta las compro en el gualmar que’stá a dos cuadras, aunque ya sé que hace lo mismito que la coca y la sabritas, pero es que el mercado me queda rete retirado y pos me da güeva... pero pos ya vámonos pa' la marcha ¿no?, que vamos a llegar tarde al zócalo y ya va estar bien llenísimo”)

El boicot comercial va más allá del cierre de filas en torno a un líder que ha sido objeto de un fraude electoral (aunque de suyo ya dice mucho esa acción, pues implica el reconocimiento de nosotros mismos en los ideales que enarbola y por los que lucha ese líder, cuya característica fundamental es la integridad personal). El boicot comercial motivado por el ánimo de justicia es un acto de amor y solidaridad con la humanidad y habla de la integridad de quien lo ejerce como forma de vida, pues significa que ha interiorizado tanto sus ideales, que es capaz de realizar hasta los actos más domésticos –como el comprar y el comer-, en función de la ética en la que tiene depositada su corazón. Significa también que es capaz de modificar su conducta en beneficio de los demás y del espejo de los demás que es él mismo.

Curiosamente, al terminar este texto, encontré el pasaje bíblico referido en el epígrafe. Transcribo aquí la explicación del pasaje que ofrece la Biblia Latinoamérica, edición inspirada en los postulados de la Teología de la Liberación.

No se trata de que vivamos resignados con la mediocridad o la miseria, conformes
con dormir diez personas en la misma pieza, o marginados de la educación. Pues
sabemos que todo esto impide el desarrollo de personas conscientes de su
dignidad (…). Una comunidad humana auténtica (...) no puede existir mientras
unos pocos son dueños de la riqueza, de la cultura y de las
responsabilidades.
Pero una cosa es buscar justicia porque sin ella no hay
paz ni comunión; otra es fijarse en lo que tienen otros para compartir su
codicia. Esta codicia nunca nos permitirá descansar. (…)Uno de los mayores
obstáculos en el esfuerzo por liberar a los pueblos es su propia codicia. El día
que acepten participar en los grandes boicots y no se dejen dividir por las
promesas en beneficio de tal o cual categoría, encontrarán la vida como pueblos.
(Biblia Latinoamérica; 13ª edición; San Pablo/Editorial Verbo Divino;
1994; pp. 184-185)

Debo admitir que me sorprendió encontrar una interpretación tan explícitamente contestataria dentro de las múltiples que se le dan a este libro de la tradición judeocristiana –no olvidemos que se trata del texto más manipulado de la historia de Occidente-; no me compete abordarlo con un ánimo religioso, no soy adepta del cristianismo. Sin embargo, me parece que tanto el pasaje como su interpretación son muy válidos: el boicot comercial en aras de la justicia implica dejar atrás nuestra codicia, nuestra visión individualista. Abstenerse de tener o comprar algo pensando en el bien comunal que devengará de ello, habla de la integridad de una persona y constituye una condición mínima elemental en el proceso de liberación de los pueblos.

Si amas a México, si eres orgulloso ciudadano de la IV República, con la frente en alto niégate a consumir Coca-cola, Bimbo (Marinela, Ricolino, Milpa Real Barcel, Wonder, Tía Rosa, Pastelería La Ideal), repostería de El Globo, Kellogg’s, Sabritas, Pepsi, McDonald’s, Burger King, Nestlé, Knorr Suiza y todos los demás productos que auspiciaron el fraude electoral de 2006: Bachoco, Kraft, Jumex, Jugos del Valle, Lala, Herdez, La Costeña, Sanborn’s, Suburbia, Wal-Mart, Gigante, Trupper, Coppel, Grupo Estrella Blanca, Vip’s-El Portón, Oxxo, Seven Eleven, Grupo Modelo, Mabe, Comex, Bacardí, Tecate, Kimberly-Clark, Procter&Gamble (Maestro limpio, Crest, Zest); Johnson&Johnson, General Electric, Clemente Jaques, Deportes Martí, Elektra, Costco y Sam's Club. Por dignidad, tampoco regales tu dinero a organizaciones paramilitares que asesinan a los pueblos indígenas en resistencia, no consumas en Café la Selva.

Y sobre todo, nunca olvides que PEMEX SOMOS TODOS.

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