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De oligrofenias y otros errores kernel de moda

Debo admitirlo: estoy cansada. Anteayer por la nohche, prendo el radio para escuchar la última edición de Monitor (debo confesar que lo hago sólo para que me acompañe el ruido) y me encuentro con un audio donde se escucha la exaltada voz del diputado Fernández Noroña señalándole todas sus suciedades y trapacerías al secretario de comunicaciones y transportes Molinar Horcasitas: le llama asesino de la Guardería ABC, ladrón con el caso de la Licitación 21, le exige cuentas por lo que está pasando en Mexicana e increpándolo por el cinismo con el que declaró que no le alcanzan $300,000 para llegar al fin de quincena. En honor a la verdad, como suele sucederme con este legislador, me sentí representada ¿cuántos no queremos gritarle todo eso y más a estos usurpadores? ¿cuántos no hemos sentido ganas de llorar de rabia porque siguen ahí tan campantes, y hasta nos provocan aventándonos en la jeta que no les alcanza con los recursos que nos roban y después nos escamotean? ¿A los electricistas, a los aviadores, a las viudas de los mineros les alcanzará con $0 para llegar a fin de quincena? ¿a los padres de la guardería les alcanzarían $300,000 al final de la quincena para consolar su vacío corazón? A las familias de los asesinados "por narcotraficantes", ¿les alcanzaría esa enorme suma para aliviar su duelo y olvidar el estigma impuesto por una guerra ficticia que sólo sirve al poder gringo?
Sin embargo, algo me molestaba en lo interno, algo no me hacía sentir completamente a gusto, como en otras ocasiones en que he escuchado al legislador.

A la mañana siguiente, me encuentro otros audios sobre el mismo tema en el noticiero de Carmen Aristegui. En éstos el diputado le dice al secretario que "va hacer que se arrepienta". Molinar había dicho que por más que repitamos el mantra de que se robaron la presidencia, no iba a pasar nada; obviamente eso fue lo que encendió al petista. Enseguida se escucha la alocución de Fernández Noroña pero se escuchaba iracundo, denostando personalmente, llamándole borrachito al enfermo alcohólico que refrendó la peligrosidad para México del político más destacado y honesto con que contamos. No podemos calificar a Cármen Aristegui de "tendenciosa" y además habló por teléfono al aire con el diputado (Molinar Horcasitas no quizo hablar). En la llamada conocimos otros detalles, como que los guarros del secretario aventaron a una legisladora del PRI; y que en este clima de violencia física como respuesta a la exhibición de la verdad, el empleado de uno de los poderes de la Unión retó a un integrante de otro Poder a bajarse de la tribuna y agarrarse a golpes.
A mi leal saber y entender, una excelente oportunidad de exhibir al mínimo gabinetito usurpador, ladrón y asesino, devino en deplorable espectáculo aprovechable por tirios y troyanos pero únicamente en lo tocante a los lugares comunes... estoy cansada.

Bueno ¿pero de qué estoy cansada? Para contárselo tengo que referirme a internet. Desde la aparición de las salas de conversación, y ahora con el advenimiento de las redes sociales, hemos visto aumentar exponencialmente la mala ortografía, la logorrea, la pésima redacción y la descalificación personal (con el machismo/homofobia intrínsecos) como genérico intercambiable marca Fundación Best de la argumentación retórica. El común denominador de todos ellos es la asiduidad en los preconceptos enanos: del cliché. Como ejemplo citaré otro hecho reciente, espero no confundirlos. El día que el Presidente Legítimo fue al IFE, declaró tener $9,000 en el banco. Inmediatamente, quienes le hayan sentido a su vida ejerciendo en las redes sociales lo ya referido -conocidos en el argot cibernauta como trolls- instauraron en Twitter el tema #nuevemilpesosdelpeje. Uno se daba la vuelta por ahí y leía troleadas mezcladas con comentarios de ciudadanos comunes a quienes no simpatiza Andrés Manuel. El asunto aquí es que arribaron también los "trolls legítimos", los defensores de la verdad; yo se que es gente honesta comprometida con las mejores causas de México, son compañeros obradoristas, pero recurrir a los lugares comunes del movimiento ("nos robaron", "la mafia", "opinas eso porque ves tele y todos los que ven tele son manipulados del sistema y odian a AMLO"), en un desesperado intento por revertir el sentido del tema y "defender" a nuestros líderes en situaciones indefendibles, lo único que ocasiona son comentarios como el del asesino Molinar "por más que repitan su mantra, no lo podrán volver realidad". No podemos seguir combatiendo los lugares comunes con más lugares comunes. La oligofrenia en pleno.
Para colmo, en todo esto, queda desdibujada la gente que odia la política, que habla mal de todos, que se ríe de cosas excéntricas como la declaración patrimonial del Presidente Legítimo o las bravatas llenas de verdad de Noroña; pero que es a quienes debemos hacer llegar nuestra propuesta. El que no tiene remedio no lo tiene y ya; no podemos seguir contribuyendo a los diálogos de sordos. Debemos tener en cuenta que el 99% de los políticos mexicanos son personajes, no proponen nada, no tienen un Proyecto de Nación; los nuestros sí: no sólo el líder es un político con gran personalidad, sino que entre todos hemos construido un Proyecto Alternativo de Nación, documento que bien puede ser el borrador de un nuevo constituyente, es decir, tenemos tema, tenemos material para el debate y el ejercicio de la inteligencia con los vecinos del mundo real, pero también con los vecinos del mundo virtual. Se nos estigmatiza como pejefans aún siendo los únicos ciudadanos activos en política que lo hacen por un proyecto, no por promesas o carisma del líder ¿nos hemos preguntado el por qué de esta situación antes de contrapuntear con otro cliché, el de "así-nos-dicen-porque-son-pendejos-que-ven tele"?

¿Por qué me extendí en esto? Insisto, he visto que cuando más recurrimos a lugares comunes, es cuando nos metemos a defender situaciones indefendibles. Dejemos que Fernández Noroña reflexione sobre el apego parlamentario de su bravata, y no nos metamos en alegatas tontas con provocadores, y mucho menos con quienes desde nuestro mismo flanco nos señalan la pertinencia de contener estos exhabruptos. Me refiero en concreto a la columna Astillero de ayer, en donde Julio Hernández con claridad expone las razones por las que no es bueno para nuestra causa emplear esa forma de intercambio parlamentario. Personalmente pienso que Fernández Noroña podía haber sido igual de contundente y asertivo -y hasta agresivo- con Molinar Horcasitas sin recurrir a esa fórmula tan pedestre. Lo he visto hacerlo, exponer datos duros, decir verdades, emplear un tono de voz que nos hace sentir ahí, en la tribuna, como si se tratase de nuestra propia intervención. Pocos legisladores tienen esa virtud, de hacernos sentir ahí ejerciendo la palabra de viva voz. Pero no, todos se fueron a la yugular del periodista porque estaba pidiendo que "nos volviéramos chuchos", relamiditos y de buenas formas. Más lugares comunes en defensa de los indefendibles.
Sin embargo, más tarde, cuando comentaba esto con una amiga de aguda inteligencia, ella me señaló oooootra más de las aristas de este enredo en el que estamos metidos como movimiento: Julio se ocupó de si Noroña así o si Noroña asá... igual que los interesados de ambos bandos. Nada dijo de las provocaciones del secretario, como sus cínicos dichos sobre lo "magro" de su sueldazo o las incitaciones a la violencia dirigidas a un integrante del Congreso; ni tampoco abordó las agresiones físicas de sus guarros a otros legisladores. Le contesté que no habló de eso porque es tema sabido al interior del movimiento, quienes finalmente somos los lectores de La Jornada. Me contestó que no, que ese es otro de nuestros clichés: a Julio lo lee mucha gente, él es periodista, vigila el pulso de la política nacional y constituye lectura obligada para muchas personas: su deber era señalar también a Horcasitas.
Para colmo, hoy me encuentro en Twitter con la reedición del penoso incidente: ahora se trata de tooooooodos contra Federico Arreola (y Julio Hernández atizando el fuego). No me ocuparé de los dichos de Arreola, porque como siempre, son marrulleros y en la forma escribe lo mismo que he puesto aquí, pero con la diferencia -que hace fondo- de que califica a los seguidores del legislador petista de "loquitos", da sus cuentas de Twitter al más puro estilo broziano y a Fernández Noroña lo acusa de ser "un peligro para López Obrador"; de plano hasta nos cuenta una de Silvia Pinal al poner al "pobrecito Peje, él tan bueno, convenciendo (sic; no se convence, se argumenta) a los empresarios de Guadalajara con sus buenas maneras (casi me imagino al vomitivo y pusilánime Francisco I. Madero) y este troglodita pelafustán de Gerardo echándolo todo (nomás le faltó poner "MI trabajo") por la borda ¡que se vaya!" Por favor, si después de escuchar la coherencia del Proyecto Alternativo de Nación, su altitud de miras, estos empresarios se dejasen llevar por los exhabruptos de un legislador que NO ha mentido, flaco favor harían a su ramo, ya que a la primera de cambios se arredran... y todos sabemos que los empresarios son expertos en el arte del póker: tratándose de inversiones, rara vez se dejan ir por las apariencias.
Broche de oro a los lugares comunes: ya que se agotó Horcasitas por asesino y ladrón, ahora van con el error kernel Noroña/Arreola. Uno ve los comentarios a la columna del reventador Arreola y se da cuenta del exceso de ira y falta de argumentos que hay entre los detractores al sistema de derechas: insultos, excesivo uso de las mayúsculas (gritar), insinuaciones de tipo sexual (con carga misógino/homófoba)... bueno, el cuento de nunca acabar.

Compañeros, estoy harta: incluso estoy harta de este mismo texto -que redacto desde la postura de opinar "lo correcto", y lo más seguro es que sea una parcialidad más-; estoy harta de que perdamos lo más por lo menos. Son humanos, la riegan, no defendamos asuntos indefendibles, dediquémonos a guardar silencio en torno a ellos para que pasen de moda (en la red, la moda es fondo), sin pena ni gloria y busquemos difundir nuestro proyecto. Tengamos la humildad de reconocer que la gente, no por ver tele y no apoyar febrilmente a Andrés Manuel, es fascista, tendenciosa, alineada, troll. Es gente, llevémosle el mensaje, no tengamos temor de reconocer públicamente que nos sentimos orgullosos de que nuestros legisladores digan la verdad, aunque debieran ser mucho más retóricos e institucionales en sus maneras ¿por qué asumimos que ser auténtico y valiente es contrario a expresarse con altitud?

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