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Evo Morales en Coyoacán: y la palabra fue UNIDAD

Rumbo al evento, acalorados, apresurados y preocupados por lo reducido del espacio asignado a la prensa, el equipo de radioAMLO rumbo al centro histórico de Coyohuacan, antiguo señorío tepaneca. Lugar donde los mexicanos rebeldes recibiríamos al presidente aymara de la nación boliviana, Evo Morales Ayma para escuchar su mensaje, del cual vislumbrábamos nos infundiría esperanza en que otro mundo, y otro México son posibles.

A las doce del día ya se veía a media capacidad la pequeña plaza Hidalgo, y muchos nos preguntamos por qué se eligió ese lugar. Si bien a final de cuentas, pese a la mala disposición del espacio, la placita hizo posible una atmósfera de intimidad.El ambiente estaba enrarecido: gente a la defensiva, agresiones innecesarias a la prensa (¿en qué mente racional cabe demandarle a la prensa que se quite del área asignada para los medios porque "no deja ver"? ¡sabido es que el área de prensa obstaculiza la vista al público, siempre, en todo evento!), ganas de molestar al de junto por el simple hecho de "estorbarnos"... en un evento masivo (súper sic). En fin: sabemos que hubo gente enviada por el panismo local, suponemos que con la torpe intención de desbordar un evento donde ocurriría por primera vez un milagro: tener juntos a los adherentes, simpatizantes, líderes y banderas de movimientos que en vez de sentarse a dialogar, hemos tomado el camino fácil de denostarnos entre nosotros, buscando siempre que el "aliado buen amigo" sea el extranjero de buen corazón -"el buen güero" parafraseando a Rousseau- o el derechoso de levita y buenos modales.
Torpe intención de la derecha local -obtusa entre las obdulias, digo, obtusas-, para quien todos los movimientos libertarios están conformados por chusma violenta, por jipis drogadictos, por intelectualoides de saco de pana-parches-en-los-codos, tabaco e interminables cafés. Torpe derecha torpe: ni el agua ni tus cascarazos nos detuvieron, no hiciste eco entre aquellos que sí iban a escuchar la palabra del tlahtoani aymara, definido por Elisa Segundo, combativa mazahua como "el único hombre reconocible de toda América, porque es el único que nos escucha" (a los indígenas).
Torpe panismo capitalino cuyo dirigente sigue ardido por haber perdido una delegación que ya sentían segura, pero que no tuvo en cuenta a los combativos pedregales, entre muchas colonias más, donde su oportunismo no es carnada para ningún pez. De ahí, entre muchas otras causas, suponemos vino el abucheo al delegado; y digo entre muchas otras causas porque no podemos obviar que muchos asistentes ven a autoridades y partidos políticos como oportunistas subidos al carro de los movimientos sociales a los que dicen apoyar y al final dejan solos; asimismo hay grupos que siguen molestos por la pérdida de espacios en el recuperado jardín Centenario de Coyoacán, grupos que suelen tener afinidades por indigenismos fantasiosos y chauvinistas, y que por tanto, estarían interesados en acercarse a un evento cuyo protagonista es el segundo presidente indígena de América, y el primero en no renegar de su identidad cultural. Pero sobre todo, no podemos negar el componente más importante: el descontento social.
Descontento social que no paró de manifestarse con el grito de "¡fuera calderón!", salido de miles de gargantas, alternando vítores a Evo, a Zapata y a Andrés Manuel, al tiempo que pedían la excarcelación de los presos políticos como Ignacio del Valle.

Mientras esperábamos bajo el inclemente sol la llegada del presidente Evo, muchas más personas llegaron y con ellas, una amplia variedad de manifestaciones gráficas. Todas con dos referentes muy contrastantes entre sí: el apoyo al pueblo boliviano y su esperanzadora lucha, y el pesar por la propia patria herida. Tarde de sensaciones agridulces, si Juárez no hubiera muerto, si Evo fuera nuestro presidente, si lográramos la unidad entre los movimientos, si...
pero el momento era de Bolivia y de la lucha de los pueblos indígenas de nuestra América de venas abiertas y hemorragia dolorosamente imparable. Encontramos un momento de luz en las danzas indígenas del país sudamericano: el colorido, la unidad, el valor y la fuerza. Todo eso son las etnias mayoritarias de aquel país liberado del yugo imperialista. Y vimos a los indios y a los negros bailar ante los maravillados ojos de una nación que no atina a definirse a sí misma, a encontrar el valor, y mucho menos la unidad. Lastimada por propios y ajenos, sin saber qué se es, qué se quiere ser y cómo habremos de lograrlo. ¡Ayayay Bolivia! enséñanos a ser...

Después del ritual en que fue sahumado con copal, como guerrero, y entronizado como calpuleque de los indios mesoamericanos -místico momento en el que tuvimos el placer de escuchar viva la lengua en el lugar donde siempre se habló, que pena daba pensar en español mientras escuchábamos en náhuatl las palabras que le eran dirigidas al Cóndor envestido de Águila-, Evo nos regaló un discurso de unidad, en donde puntualizó ante los ahí reunidos -descritos por Alejandro Encinas como "la gente que defiende las mejores causas"- que no habrá de avanzar nuestra lucha por la liberación de México mientras movimientos sociales y partidos políticos de izquierda no trabajen juntos... el que tenga oídos que oiga. Lástima que estén muy ocupandos redimiendo el universo en el oscuro rincón de no sé dónde, o haciendo como que se oponen a las alianzas que en los hechos alientan, incluso contradiciéndose a sí mismos.Pero las bases somos otra cosa: estaban ahí los electricistas del SME, los tranviarios, el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra, los adherentes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, los marxistas, los anarquistas y los Obradoristas. Sólo dos personas pueden hacer ese milagro posible: Evo Morales y Rosario Ibarra, activista y senadora, madre y defensora. Incansable, pequeña figura que logra imponer los más grandes silencios.
Después de la atronadora rechifla al delegado Flores, Rosario se pudo dar el lujo de expresar juguetonamente que no soporta el olor del copal, y nadie, absolutamente nadie, hizo el menor gesto de desaprobación, pese a los tintes de espiritualidad que tuvo el momento en que Evo era sahumado, instantes de recogimiento en donde ni una mosca se atrevió a volar, ni un periodista güero a importunar con sus flashazos. En ese justo instante, todo era como fue.

Dos tlahtoaneme indios, unión del águila y el cóndor, países hermanados más que por una situación geográfica e histórica común, por la estafeta de un mítico Espartaco indígena: "volveré y seré millones", citó Rosario y el embajador de Bolivia en México rememoró cómo su nación fue la primera en reconocer el régimen de Juárez, cuando éste incluso había rechazado la petición de Víctor Hugo para perdonarle la vida al barbudo pelele del napoleónico invasor francés. Denostado por "indio bárbaro" fue Bolivia el primer país que lo reconoció. Cerca de 150 años después, es esa nación la que abre la esperanza a Iberoamérica al tener un presidente indio ¿Casualidad? No, nada es por casualidad. El espíritu de un estadista agradecido prevaleció en la nación que le abrió las puertas de la legitimidad internacional. Volveré y seré millones...
Palabras deliciosas de ser escuchadas por cualquiera que se precie de ser juarista, pero no todos estuvieron ahí, a algunos les parecieron más interesantes asuntos de orden electorero que recibir a "el Evo" en un evento que hubiera posicionado la lucha libertaria mexicana en una dimensión más grande. Con razón la nula mención a estos mexicanos que sí estábamos presentes, estos que intentamos defender nuestra soberanía energética conseguida mucho antes que la boliviana, estos que pese al ánimo mesurado, seguimos al pie del cañón en esta opción de lucha que tomamos desde que -paradojas del destino- Evo logró su primer período como presidente: ese 2006, que a unos les duele y a otros más al sur, ilumina.
Nula mención que contrastó con el reconocimiento en todas sus palabras a la demagogia encapuchada, en fin, costos de aliarse con la derecha golpista, en vez de mirar, como lo aconsejó el presidente Evo, al otro, a los movimientos que no son como nosotros, pero cuyas causas son las más cercanas a las nuestras: otro orden social y económico donde la justicia y la dignidad no sean opciones, sino el común denominador. Como lo dijo Elisa Segundo "porque los indígena somos humanos y también merecemos esos derechos".
Sin embargo, también tuvo palabras para ese otro que no queremos ver: la lucha no es exclusiva del indígena, del campesino o del obrero, es también de la clase media, de los profesionistas, de los urbanos pues. Todo ello si queremos ver, por fin, una América libre de gringos, dueña de sí y de su destino.
Quedémosnos pues, mexicanos, con las palabras de "el Evo", busquemos la unidad de nuestros movimientos, pasemos de nuestros liderazgos: nosotros también merecemos una patria justa y libre, hoy como desde hace 200, desde hace 100 años.

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