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Canta Patria Mía, que el sublime quinteto inglés pareciera narrar tu presente tragedia en el sueño Inmortal de una noche en Mixiuhcan

El día y la hora llegaron: domingo 15 de marzo de 2009 a las 20 hrs. Rumbo al concierto me fui encontrando chavos de todas las edades, desde los treintones altermundistas, hasta los quinceañeros emos…todos rumbo al concierto más esperado del año.

Y no es para menos, Radiohead es un grupo que ha trascendido las generaciones fragmentarias al interior de lo que dan en llamar Generación X.
A finales de los 90 fue el grupo que cambió de la queja desesperanzada propia del grunge al estallido de las reflexiones interiores. Después de un regularzón Pablo Honey, en el que muchos no dábamos un peso por ese grupo, considerando que quizá su éxito Creep fuera como en el lamentable caso de Lemon Tree, cancioncita de un día hecha por un grupo del cual ya ni del nombre me acuerdo.
Después de un The bends que para muchos es un buen disco pero que a mí no me saca de una postura similar a la que tengo con Pablo Honey (disco que yace empolvado entre las viejuras que ya no oigo), después y sólo después, viene ese melancólico canto del cisne por un mundo cada vez más plastificado, más irracional, más insensible…más neoliberal, diríamos nosotros. El disco no podría tener mejor nombre: OK Computer.

Pleno de atmósferas sombrías y luminosas a un tiempo, sonando sesentero –hay momentos del disco que me hacen pensar en Crystal Ship o The End de los Doors- dentro de una atmósfera absolutamente postmoderna, nos pasea por los demonios internos del grupo. Demonios que para algunos de nosotros, en mitad del rapaz sexenio de Zedillo, ya se estaban volviendo una realidad, aunque a nuestro alrededor viéramos discurrir a nuestros contemporáneos enajenados, felices, aún inmersos en la fiebre del dólar a tres pesos que ya no existía más, pero que seguía llamando adeptos bajo la quimera del “estudia algo de negocios, aprende inglés, ten tarjeta de crédito, endéudate, se feliz, profilácticamente feliz”.
Encontramos letras que van desde el retrato sardónico de la vida en el primer mundo globalizado (More Productive) hasta la deseperación paranoide inspirada por un mundo que no recuerda nuestro nombre, ambicioso, ruidoso y frívolo (“squeeling Gucci little piggy”) hasta la obscenidad.
Es Karma Police quizá la canción que mejor retrate ese sentimiento de impotencia ante un mundo en imparable carrera hacia la deshumanización (“Karma Police, arrest this girl her Hitler hairdo is making me feel ill and we have crashed her party”-Policía del Karma, arreste a esta chica, su corte a lo Hitler me hace sentir enfermo además hemos quebrado su partido”) pues no importa cuánto hayamos hecho por detenerlo, no nos es regresado proporcionalmente nuestro esfuerzo, karmáticamente, en términos de la propia pieza. Y los dejo con un fragmento de la canción, que en estos momentos a muchos de los integrantes del movimiento nos llega en demasía “Karma Police, I’ve given all I can it is not enough, I’ve given all I can but we’re still in the payroll. This is what you get when you mess with us”- Policía del Karma, he dato todo lo que puedo pero no es suficiente, he dado todo lo que puedo pero aún estamos en la tanda de pagos. Eso es lo que obtienes cuando te enredas con nosotros” Damos todo lo que podemos en contra de la deshumanización, pero no salimos de la tanda de castigos…y todavía nos dicen que eso es lo que obtenemos por enredarnos con ellos.
Fue una lástima que no la tocaran el domingo, hasta donde se, los del lunes sí pudieron oírla: ¿cuántos de ellos sentirán lo mismo?

Sinceramente yo me quedo con No surprises, la cual sí pudimos disfrutar e incluso grabarla. Es una canción que no aprecié en su justa dimensión hasta que vi la película ¿Qué hacer en caso de incendio?, cinta en donde un grupo de anarcopunks alemanes después de muchos años de no verse, se reúnen para salvar el okupa en donde vivían dos de ellos, los que sí fueron fieles al ideal y nunca cedieron en sus convicciones políticas. El interés de los demás –algunos sumidos en la mediocridad, casados con niños a los que más atienden por resignación que por vocación; o convertidos en frívolos ejecutivos de firmas internacionales- estriba en que si los desalojan, la policía se apoderaría de cintas en donde están registradas sus actividades subversivas, pasado del que se avergüenzan.
No surprises entra en la banda sonora en la secuencia de una reunión que termina en celebración nostálgica: por un segundo creen recuperar el idealismo, tocan la vitalidad y la sinceridad de la juventud…pero al final, siguen siendo sólo presas de aquello con lo que juraron jamás transigir.
La letra de la canción habla justo de eso: de una vida anodina copada por la obediencia al sistema, donde quien habla termina cediendo a los encantos del monóxido de carbono y huye de una realidad apabullante: este es mi último espasmo, mi último dolor ventral, sin alarmas, sin sorpresas, como una linda casa, como un bonito jardín…


La melancolía luminosa que no pudo más y se dejó caer en la tristeza en 2003, con el disco Hail to the Thief (salve al ladrón) dedicada al régimen usurpador de George Bush, quien para legitimarse ante la gringada recurrió al proverbial odio xenófobico de ese pueblo, desantando la violencia contra un ente informe denominado “narcotráfico”, digo, ¿cuál era la idea original? ¡ah, si!: “terrorismo”. Cometiendo genocidio en medio oriente, decretándole al mundo muerte, derramamiento de sangre, desolación, en aras de mantener con vida a un tirano agonizante. Las pataletas de la oligarquía gringa, demandan sangre joven, como bien dice la letra de We suck Young Blood, entregada por completo a la orgía y a la autocomplacencia, ahogándose en sus malhabidos placeres mientras el mundo se ahoga en su propia sangre (A punchup at a Wedding).

El disco -por entero abrumador, donde logran crear pesadas atmósferas recurriendo al uso de instrumentación electrónica-, fue todo un escándalo internacional, pues fue claro el señalamiento de Tom Yorke y compañía al régimen ilegítimo de Bush. El librillo del disco reproduce el mapa de los controversiales distritos de Florida con los que el Partido Republicano hizo trácala. Además, la primera canción del disco se llama “2+2=5”, contundente operación aritmética con la que Ugalde cimentó el triunfo de ese gran presidente que se esconde detrás de los milicos, y en la cual, también se escudó el genocida de la Halliburton.
Dentro de la letra de dicha canción, viene contenida la frase que más le pegó a la gabachiza reaccionaria (osea, como el 99.99%) “Hail to the thief!”, saluden al ladrón, saluden al espurio Baby Bush…
“But I am not! Don't question my authority or put me on the dock- Pero no lo soy, no cuestionen mi autoridad ni me pongan en el banquillo de los acusados”, escucharíamos decir a un empequeñecido soldadillo de opereta detrás de las vallas y vallas de milicos que lo resguardan de nuestro dolor por el robo de un sueño.

Me gustaría pensar, que enterados como son de la situación mundial, hayan decidido incluirla en el repertorio para México como una señal, como un sutil signo que aligere el mal sabor de boca de monsieur le president Sarcozy y su diplomática -pero no por ello menos ofensiva- Guerre des gateux; o las declaraciones de los ministros del negrito, a los cuales ya les urge que les entreguemos la soberanía nacional. Quizá no todos los blancos vengan y profieran ofensas a nuestro país.
Y si no fue intencional no importa: el sólo hecho de escucharla en una tierra herida por el clon de mala calidad de ese episodio de la historia gabacha, me hizo comprender los alcances de su música: 55,000 almas entonando una pieza bella musicalmente y con una letra donde se hace patente que no habrá olvido ni perdón para aquellos que ofenden a la humanidad. Si la cantaron por la musiquita, o la convirtieron en reflexión sobre de nosotros mismos, ya es problema de ellos; el mantra se hizo, la muchedumbre entonó el canto de la razón y la verdad.

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