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¿Usted votaría hoy por Emilio?


¿Si el día de hoy fueran las elecciones las ganaría otra vez Emilio González Márquez? Si está tan seguro que sus opositores son sólo una pequeña minoría manipulada por agitadores ¿el gobernador estaría dispuesto hoy, hoy, hoy, a someter su gobierno a las urnas en un referéndum y a renunciar si la mayoría de la ciudadanía no lo apoya?

La respuesta seguramente es no, porque nuestras leyes están hechas por un sistema de partidos que lo único que busca es perpetuar al sistema de partidos. Lo grave es que con este sistemita los ciudadanos nos tenemos que chutar malos gobiernos por seis o tres años y tragar camote hasta que se les termine su tiempo de gestión, aunque ya no tengan legitimidad ni apoyo ciudadano y aunque la caguen. Como están las cosas, una vez conseguido el voto, los hombres del poder no tienen más de qué preocuparse que por cobrar su quincena aunque no haya buenos resultados en su gestión.

Con este sistema, hoy en nuestro país el pueblo puede poner gobernantes, pero no quitarlos. Tenemos algunos que cometen delitos como pederastia, otros que forman parte de grupos de poder a los que favorecen y sirven en contra del interés ciudadano, y hasta uno que le mienta la madre a sus gobernados, y nada pasa. Aunque en teoría, la ley contempla poder quitarlos si cometen actos ilegales, en la realidad, para que eso suceda debe haber un acuerdo político entre los partidos para quitarles el fuero y ahora sí echarlos a la hoguera de los tribunales. Eso pasó con Andrés Manuel López Obrador cuando era jefe de gobierno del Distrito Federal, ¿entonces por qué no podría de pasar lo mismo con otros gobernantes pero por medio de la ciudadanía?

La pregunta no es mía, sino de Porfirio Muñoz Ledo, con quien platiqué hace unos meses cuando insistía en que en México se debe instituir la figura de revocación de mandato para que si el Presidente le falla al pueblo, éste, de manera soberana, decida a través de las urnas si quiere que continúe o quiere que se vaya. Y la verdad es que la idea no es nada descabellada, sobre todo aterrizada en lo local.

Porque ¿qué es la democracia representativa? Un sistema de gobierno en el que ante la imposibilidad de hacer asambleas de siete millones de ciudadanos (en el caso de Jalisco) se nombra a un grupo de representantes que deben velar por el bien común y administrar las riquezas de la comarca que se recaudan para mantenerlos a ellos y favorecernos a nosotros. Para ponerlo claro: es como una empresa con muchos accionistas en los que se nombra a un gerente. En este caso somos siete millones de accionistas y el gerente se llama Emilio González Márquez, y su equipo de trabajo está conformado por los secretarios, o subgerentes. Pero ellos no son los dueños, los dueños del changarro somos nosotros los ciudadanos, y no sólo simbólicamente, porque para que ese equipo gerencial funcione le ponemos lana a través de los impuestos.

Es decir, el pueblo elige a sus representantes que son servidores públicos y por lo tanto deben servirnos, eso es gobernar. Pero los muy cabrones se sienten nuestros reyes en lugar de nuestros empleados. Tratan a la ciudadanía como si le hicieran un favor cuando nosotros los ciudadanos fuimos los que les hicimos el favor de ponerlos en el gobierno para que nos sirvan. Y si no sirven, deberíamos tener la posibilidad de mandarlos a su casa, pero hoy no podemos, por eso hay que cambiar la el sistema.

Así como está la ley, los ciudadanos nos tenemos que tragar la bilis por la ineficiencia probada y comprobada del secretario de Salud. Nos tenemos que aguantar el coraje de que nos engañe, diciendo que no hay dengue, que manipule las cifras como ya se comprobó que hizo el año pasado y que su jefe no haga nada. Nos tenemos que tragar el encabronamiento de que se haga un sistema de transporte contra el que ya votamos en las urnas. Tenemos que pasar saliva porque Cultura le invierte más a remodelar templos de su religión que a clases de disciplinas artísticas. Si el sistema funcionara, estos ejemplos serían suficiente motivo para darles las gracias y a otra cosa mariposa.

Es un asunto de legitimidad, en las democracias avanzadas, así son las cosas. En Europa, para conformar gobierno hay que tener el apoyo de la mayoría; si este apoyo se pierde, los jefes de gobierno aceptan su fracaso, saben que ya no podrán gobernar, se hacen a un lado y convocan a nuevas elecciones. En Estados Unidos si el presidente presenta una propuesta al Congreso y éste la rechaza, hace cambio en el gabinete y da un viraje en sus políticas. Hombre, con sus asegunes, pero hasta Venezuela tiene estos mecanismos y —en teoría— el pueblo bolivariano ha decidido dar luz verde a Hugo Chávez. Aquí no, aquí el partido en el poder pierde una elección y el grupo gobernante es incapaz, ya no digamos de hacerse a un lado, sino de aceptar el error y hacer cambios en el equipo (¿De verdad Emilio no aprendió nada de la derrota apabullante de su partido? ¿De verdad cree que sus actos no influyeron en la caída del PAN en la elección pasada? ¿De verdad cree que lo está haciendo bien?).

Ahora que se vuelve a discutir la reforma electoral, esos que pomposamente se llaman a sí mismos representantes de la ciudadanía, deben discutir y aprobar mecanismos para que el mismo pueblo que pone gobernantes pueda quitarlos. Sin sangre, sin revoluciones y sin golpes de estado, sino por medio de las urnas. En contraparte, podrán incluir la reelección, que sólo les daremos si y sólo si hacen un buen trabajo.

Ricardo Salazar

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