
Oaxaca de Juárez, Oaxaca. 19 de noviembre de 2006.
Integrantes de la Policía Federal Preventiva:
Son tan jóvenes, se parecen tanto a mis muchachos en la edad, en el color, en sus facciones, que si fuera otro el lugar y otras las circunstancias, no tendría ningún problema en acercarme a ustedes para darles un abrazo y tratar de reconfortarlos con amor maternal ahora que están lejos de casa, de mamá y papá, de la esposa y de los hijos, en tierra ajena. Sé lo que sienten porque una madre siempre siente a sus hijos, y mis hijos, al igual que ustedes, hace días, semanas incluso, están fuera de casa. "Estamos bien, quizá vayamos mañana"…dicen y cuelgan o mandan mensajitos que no entiendo porque escriben tan raro…estoy segura de que ustedes y ellos podrían ser amigos: tienen la misma edad, las mismas facciones, la misma estatura, manejan los celulares tan bien…
Pero no, no es posible. Mis hijos y yo estamos de este lado, del lado del pueblo porque somos pueblo y estamos con el pueblo porque nuestra moral nos lo exige y nuestras condiciones de vida nos lo demandan. Ustedes, en cambio, están del lado del gobierno de los ricos, de la tiranía de los poderosos, son su brazo armado, aunque ustedes y sus hijos y sus esposas y sus padres son, como nosotros, pueblo.
Si pudiera desnudarlos, si pudiera arrebatarles los toletes y sus armas, el casco y las espinilleras, y ese uniforme gris, tan feo, y dejarlos tal como Dios los trajo al mundo, con su piel mestiza y sus cabellos negros, y los signos que en el cuerpo deja la desnutrición y las friegas para ganarse el pan, el sustento, se darían cuenta de que son tan parecidos a mis hijos, que tienen las mismas llagas que la miseria ha tatuado en su piel morena, que quizá pudieran permitirse pensar que están del lado equivocado, peleando contra los suyos, contra sus iguales. Y todo para mantener un sistema que sólo profundiza las desigualdades, que hace más ricos a los ricos y a los pobres los mata de hambre o los contrata con salarios de hambre para matar a aquellos que se saben dignos y se niegan a morir de hambre.
En ese aspecto ustedes y mis hijos son tan diferentes que me alegro de ello. Ellos dejaron la casa para defender a su gente, a su pueblo; ustedes dejaron la suya para defender a los gerentes que ofenden al pueblo. Ellos dejaron los uniformes de la escuela para ir a defender las barricadas; ustedes se han puesto los suyos para tratar de levantarlas. Ellos están en el frente por convicción libertaria; ustedes, ¿por vocación sanguinaria? Ellos luchan por un futuro luminoso para todos, por una sociedad democrática, justa, igualitaria, fraterna; ustedes golpean a cambio de un sueldo que llevará a la mesa de los suyos el pan ensangrentado. Mis hijos están en la calle defendiendo la vida, sin más armas que la razón, la moral y su resortera; ustedes están en la calle con ametralladoras, atentando contra la vida de los que defienden la vida, profanando el suelo oaxaqueño, sin que medie razón por que no la hay, ni moral porque no la tienen.
Hace días que no veo a mis hijos pero que sé que están bien; sé que hay otras madres que van a la barricada a darles de comer y le dan el abrazo que yo no puedo darles porque tengo que trabajar para sostener a los más pequeños; sé que hay médicos que los curan si les ha pasado algo; sé que tienen amigos para sostenerse en los momentos difíciles, cuando pasan los sicarios y disparan y ven la muerte tan de cerca; sé que tienen a su novia a su lado, peleando codo a codo con ellos en la batalla, como iguales, como lo que son; sé que cuando quieren agredirlos, los vecinos salen y les echan la mano; sé que mis hijos son hijos del pueblo y que su pueblo son sus hermanos y sus madres, sus esposas y sus hijos. Hace días que no veo a mis hijos pero sé que están bien porque están del lado correcto, haciendo lo correcto y me siento muy orgullosa de ellos, de mis hijos, de los miles de hijos que me nacieron la madrugada del 14 de junio.
Ojalá que sus madres algún día puedan decir lo mismo que yo digo de mis hijos: que están orgullosas de ustedes porque han decidido tirar el uniforme para que su porvenir no sea tan feo como sus vestimentas; porque el pan que decidan llevar a la mesa sea producto del sudor de sus frente, no de la sangre obrera derramada; que su estancia en tierras oaxaqueñas sea producto de una visita a esta tierra hopitalaria, no producto de una ocupación militar disfrazada, carente de legalidad y legitimidad, traidora y artera.
Siento lástima por ustedes y por las madres de ustedes, los extraños enemigos que han osado profanar con sus botas y sus tanquetas mi suelo, mi tierra, sin que imaginaran siquiera que el Dios que nunca muere, un activista en cada hijo me dio.
Estoy segura de que venceremos, de que triunfaremos, de que construiremos un mundo mejor para nuestros hijos y hasta para los suyos! Esa será nuestra venganza…
Atentamente
Las mujeres dignas y valientes de Oaxaca