Enfrentamos acá a los judiciales, chingue a su madre, que maten al que sea..."
Niño en las barricadas, Oaxaca, 2 de noviembre de 2006
Mientras escuchaba por Radio APPO el desarrollo de la histórica jornada librada por el pueblo oaxaqueño conocida como "la batalla de Todos Santos", me preguntaba de dónde provenían la entereza, determinación y fortaleza mostrada por los oaxaqueños ante el policía invasor.
La relatoría de lo que pasaba en esos momentos en la antigua Antequera hacía respirable el sentimiento de unidad y solidaridad, virtualmente las únicas armas de alto poder opuestas al avance de las bestias vestidas de gris.
Para encontrar la respuesta a cómo es posible sobreponerse al miedo, tuve que remontarme muy atrás en el tiempo...
El reconocido arqueólogo Marcus Winter claramente ha señalado que "Oaxaca es un mosaico de ambientes geográficos y grupos etnolingüísticos (...) actualmente habitan 16 grupos distintos en el estado; casi todos emergieron y evolucionaron en Oaxaca en tiempos prehispánicos" (Historia antigua de México Vol II: El horizonte clásico; Manzanilla y López Luján (coords.); INAH/UNAM/Miguel Ángel Porrúa; 2001)
Sabrán ustedes que hay evidencia de grupos humanos desde hace 10,000 años en el territorio oaxaqueño. En los sitios de Yanhuitlán, Cueva Blanca y Guilá Naquitz se ha detectado arqueológicamente el cambio de grupos nómadas a sedentarios; ahí hay evidencia de actividad agrícola desde hace 7,000 años. ¿Qué sembraban estos primeros pobladores oaxaqueños? ¡volteen los ojos a sus refrigeradores! Maíz, chile, frijol, calabaza, amaranto, ¡vayan a su ropero! esos pantalones Levi's producto de la explotación de una maquiladora gabacha que tienen ahí, están hechos con algodón planta que se sembró por primera vez aquí en México.
Hace 5,000 años, en San José Mogote y Tierras Largas, aparecieron las primeras aldeas cuyo grado de complejidad (una aldea presupone división del trabajo y además hay evidencia de arquitectura cívico-ceremonial) ya nos habla de un fenómeno inseparable de la agricultura: la sofisticación en la organización social de un grupo humano.
Mucho tiempo más tarde, aparece Monte Albán, en los Valles Centrales. Esta ciudad fue contemporánea de Teotihuacan, en el Altiplano Central mexicano. Ambas ciudades establecieron contactos comerciales y al observador visitante de la actual zona arqueológica enclavada en la periferia de la hermosa Ciudad de Oaxaca no deja de llamarle la atención el hecho de que Monte Albán se encuentre en la cima de una enorme meseta: ¿cómo subían sus ciudadanos el agua hasta allá arriba?.
En Teotihuacan, existe un barrio oaxaqueño, se asume zapoteca y algunos investigadores consideran que estos migrantes tenían amplios conocimientos de astronomía y estuvieron involucrados en el trazo de la gran metrópolis (Teotihuacan llegó a tener un millón de habitantes y fue la ciudad más importante de Mesoamérica hace 2000 años).
Tanto en Teotihuacan como en Monte Albán, se asume que la forma de organización social fue el Estado, y que hubo una marcada división jerárquica social. Sin embargo, ya desde este periodo se nota algo propio la organización social indígena: la comunidad.
El periodo al que corresponden culturas como la tolteca primero y la mexica o azteca, después, se le llama Posclásico. Es un periodo caracterizado por los gobiernos militares y las continuas guerras.
En Oaxaca las cosas no eran diferentes, cada comunidad era considerada una unidad política independiente y se hacían la guerra unas a otras o mantenían tratos comerciales según conviniera a sus particulares intereses. La unidad social se debe al sentido de comunidad, aunque en su vida interior, la distinción de clases es rígida. Hace 1,000 años hubo un gran conquistador mixteco llamado 8 Venado Garra de Jaguar. A él se debe el papel dominante que el pueblo mixteco tuvo en esta fase.
A los poderosos mexicas, conquistadores de una gran cantidad de pueblos y cuyos dominios se extendieron hasta Centroamérica, no les fue fácil la sujeción de los aguerridos pueblos que habitaron el actual territorio oaxaqueño, al cual denominaron Huaxcayac; tuvieron que emprender varias campañas militares y nunca tuvieron un control homogéneo de la región.
Todas estas culturas, asentamientos humanos y eventos históricos que se desenvolvieron en el actual territorio oaxaqueño tuvieron un denominador socioeconómico común: antropológicamente se le ha llamado "modo asiático de producción" y se refiere a todas aquellas sociedades que como las asiáticas, se basan primordialmente en la ausencia de propiedad privada; la relación estrecha entre agricultura e industria artesanal es el modo de subsistencia y existe un poder central, el cual acapara la sobreproducción y la redistribuye según las necesidades de la colectividad. En este poder central convergen los distintos linajes dominantes. Por ello, en muchos casos las decisiones se toman en asamblea.
A la llegada de los españoles, la hecatombe se cernió sobre los pueblos mesoamericanos, y experimentaron muchos cambios, principalmente en cuanto al modo de gobierno. Pero las etnias oaxaqueñas se las ingeniaron para mantener sus formas de organización social originarias: son éstas, tanto como la lengua y las creencias lo que garantiza la permanencia de las diferentes culturas existentes en el mundo.
A estas alturas ya deben estar preguntándose "Bueno, ¿tanta palabrería a dónde va? ¿en qué consisten esas formas de organización, pues?".
Todo se resume en una palabra: colectividad. El sentido de pertenencia no a un "tejido social" como acostumbramos decir en las poblaciones mestizas urbanas, sino a un organismo vivo, es lo que estrecha los lazos entre los integrantes de un grupo social con cultura propia bien definida, una etnia.
Esta colectividad se manifiesta en las poblaciones indígenas mediante el trabajo comunal y la colectivización de las decisiones:
"...la nueva organización [se refiere a la APPO] se sustenta en tres pilares culturales: la asamblea, donde el poder lo tiene el pueblo y la autoridad obedece las decisiones de la comunidad; la guelaguetza, palabra zapoteca que significa«don de dar» y que simboliza la solidaridad, el acompañamiento, la ayuda; y el tequio, una forma de trabajo comunitario no remunerado" (La APPO por dentro Proceso 1566 5/11/06)
Para quienes provenimos de asentamientos surgidos durante el período colonial, este tipo de organización popular nos es desconocido y ni siquiera creemos que sea posible llevarlo a cabo de manera genuina (en los últimos días piensen cuánta gente han topado que a tontas y a locas dice "eso de los maestros de Oaxaca está raro, ¿quién les paga por andar en esos alborotos? Alguien debe de estar atrás de ellos porque digo yo ¿a poco van a andar en eso nomás porque sí? Lo que pasa es que la gente no piensa, no se da cuenta, nomás es que les pongan ahí unos líderes a alborotarlos y ahí van a la bola. Para mí que es el pejelagarto ese; ¡ya que se pongan a trabajar!, y mientras los pobres niños sin clases") ya que el modo occidental de convivencia social es individualista: la colectividad otorga un cierto margen de seguridad, de tal manera que nos facilita el tránsito hacia la consecución de ventajas individuales. Es decir, si nos encontráramos en la etapa de las cavernas, para esta forma de pensamiento, es más fácil cazar el mamut en bola, pero a la hora de repartirse la carne, se buscará ganar el pedazote más grande.
Para el pensamiento indígena, deberemos actuar todos juntos en el diseño de una estrategia que nos permita agarrar el mamut más grandote para que alcancemos todos, dejándole los más chiquitos a los otros grupos humanos que no son el nuestro.
No pretendo con ello ensalzar la figura conocida en la jerga antropológica como "el buen salvaje" (más o menos el Tizoc que interpretara Pedro Infante: un indio inocentón, sin malicia, bueno hasta la náusea; más cercano a un tarado que a un hombre en el pleno ejercicio de sus facultades mentales), simplemente trato de acercarle a quienes como yo no son oriundos de un estado cuyo componente poblacional es eminentemente indígena otro tipo de elementos de evaluación de un fenómeno sociopolítico ejemplar, heroico y singular que se yergue como una luz de esperanza para decirnos que es posible recuperar nuestra dignidad nacional.
Tratar de ver el conflicto en Oaxaca desde la óptica simplista de "unos maestros güevones que quieren ganar más" además de tonto, habla de un profundo desconocimiento del país donde se ha nacido, habla de negligencia de clase y un racismo tendiente a percibir la propia historia como algo desdeñable por tratarse de "la historia de los nacos" o por tratarse de "algo que ya pasó, ¿eso pa' que lo quiero saber?"
El conflicto se viene gestando, me atrevo a decir, desde que el régimen hispano se impuso en estas tierras. Desde entonces, toda población indígena ha sido víctima de despojos, de ultrajes, de arbitrariedades y la tónica ha sido buscar la "integración" de las culturas originarias a la sociedad mestiza, observante del modelo occidental.
Pero el problema se agrava ahora, cuando se pretende instaurar por los gobiernos entreguistas, agachones y traidores del subcontinente iberoamericano el mentado Plan Puebla-Panamá en aras de facilitarle la posesión de América Latina a unos Estados Unidos debilitados por sus propios modos despóticos que los han llevado al aislamiento, de tal manera que no pueden competir contra una Unión Europea cuya moneda no se respalda a sí misma (como el dólar) sino que lo hace en el oro y además ha favorecido la integración de los pueblos pertenecientes a una misma raíz cultural, en vez de hundirse en la xenofobia, como los gringos ("todos son terroristas en potencia, me odian porque sólo yo estoy del lado de Dios, de la Democracia y de la Libertad").
Para avanzar en este proyecto de integración económica (jajaja, así le dice el PRIANAL al entreguismo) es necesario despojar de sus territorios a los pueblos asentados a lo largo de Centroamérica a fin de que puedan instalarse las maquiladoras transnacionales y de que los desmesuradamente enriquecidos "empresarios" mexicanos puedan construir redes de comunicación cuyos beneficios económicos verán sólo ellos y sus empleados-gobernantes (Carlos Slim es uno de los beneficiados con la construcción del ferrocarril transístmico).
Para empezar las labores de despojo es que se robaron la elección imponiendo al cuatrojos espurio... no, no estoy hablando de FeCalHín, sino de Ulises Ruiz; las elecciones son las de 2004 en el estado de Oaxaca.
El descontento fue creciendo, los asesinatos de campesinos también, hasta llegar a junio de 2006, donde la gente, al ver cómo el gobierno estatal golpeaba salvajemente a los profesores (no olvidemos que en miles de pequeños poblados diseminados por todo el país, el maestro es una figura muy respetada), ya no aguantó más y se lanzó a las calles a demandar la renuncia del asesino-gobernante.
A pesar de tratarse de un conflicto urbano y magisterial, la vena profunda de los pueblos oaxaqueños despertó: los habitantes de la ciudad de Oaxaca salieron a defenderse a sí mismos, su identidad, sus profesores. Han echado mano de su natural sentido de colectividad para defender lo que les es muy propio, todo lo que no están dispuestos a dejar en el camino, su dignidad.
La fuerza de su tenaz lucha proviene del sentido de comunidad y pertenencia y los mecanismos instaurados para ganarla están en función de ese sentimiento colectivo: por eso se tomaron las radiodifusoras, por eso se alerta a la gente con las campanas de las iglesias o con cohetones al aire; es para llamar a todos a la acción conjunta.
Es también por eso que las diferentes organizaciones campesinas decidieron acercarse al movimiento magisterial, porque éste sigue la lógica de integración social indígena... de ahí surgió la APPO y su sorprendente capacidad para hacer mejores movimientos táctico-políticos que el derrocado gobierno estatal –enredado en sus priístas prácticas mafiosas- y que el inoperante y pasmado gobierno federal –para una mentalidad fascista neocristera como la del PAN, donde todos se creen herederos de Hernán Cortés, es prácticamente incomprensible el pensamiento colectivo indígena-.
Quizá el ejemplo de organización de la APPO -su búsqueda de autogestión, su facilidad para construir Asambleas que no se desgasten en la discusión de dogmatismos, sino encaminadas a la suma de voluntades para luchar por el bien común- debiera inspirarnos a todos quienes estamos interesados en la renovación institucional de nuestra Nación, en el restablecimiento de la República, en la construcción de un México orgulloso a un tiempo de sus elementos de unidad –herencia del pasado virreinal: una lengua mayoritaria, un territorio- y de sus múltiples singularidades culturales –casi todas desprendidas de los pueblos originarios-. Debiera de inspirarnos a todos los que añoramos la dignidad mexicana, secuestrada dentro del maloliente baúl azul.
Hoy más que nunca, Oaxaca somos todos.