Rumbo al evento, acalorados, apresurados y preocupados por lo reducido del espacio asignado a la prensa, el equipo de radioAMLO rumbo al centro histórico de Coyohuacan, antiguo señorío tepaneca. Lugar donde los mexicanos rebeldes recibiríamos al presidente aymara de la nación boliviana, Evo Morales Ayma para escuchar su mensaje, del cual vislumbrábamos nos infundiría esperanza en que otro mundo, y otro México son posibles.
Torpe intención de la derecha local -obtusa entre las obdulias, digo, obtusas-, para quien todos los movimientos libertarios están conformados por chusma violenta, por jipis drogadictos, por intelectualoides de saco de pana-parches-en-los-codos, tabaco e interminables cafés. Torpe derecha torpe: ni el agua ni tus cascarazos nos detuvieron, no hiciste eco entre aquellos que sí iban a escuchar la palabra del tlahtoani aymara, definido por Elisa Segundo, combativa mazahua como "el único hombre reconocible de toda América, porque es el único que nos escucha" (a los indígenas).
Torpe panismo capitalino cuyo dirigente sigue ardido por haber perdido una delegación que ya sentían segura, pero que no tuvo en cuenta a los combativos pedregales, entre muchas colonias más, donde su oportunismo no es carnada para ningún pez. De ahí, entre muchas otras causas, suponemos vino el abucheo al delegado; y digo entre muchas otras causas porque no podemos obviar que muchos asistentes ven a autoridades y partidos políticos como oportunistas subidos al carro de los movimientos sociales a los que dicen apoyar y al final dejan solos; asimismo hay grupos que siguen molestos por la pérdida de espacios en el recuperado jardín Centenario de Coyoacán, grupos que suelen tener afinidades por indigenismos fantasiosos y chauvinistas, y que por tanto, estarían interesados en acercarse a un evento cuyo protagonista es el segundo presidente indígena de América, y el primero en no renegar de su identidad cultural. Pero sobre todo, no podemos negar el componente más importante: el descontento social.
Descontento social que no paró de manifestarse con el grito de "¡fuera calderón!", salido de miles de gargantas, alternando vítores a Evo, a Zapata y a Andrés Manuel, al tiempo que pedían la excarcelación de los presos políticos como Ignacio del Valle.
Después de la atronadora rechifla al delegado Flores, Rosario se pudo dar el lujo de expresar juguetonamente que no soporta el olor del copal, y nadie, absolutamente nadie, hizo el menor gesto de desaprobación, pese a los tintes de espiritualidad que tuvo el momento en que Evo era sahumado, instantes de recogimiento en donde ni una mosca se atrevió a volar, ni un periodista güero a importunar con sus flashazos. En ese justo instante, todo era como fue.
Dos tlahtoaneme indios, unión del águila y el cóndor, países hermanados más que por una situación geográfica e histórica común, por la estafeta de un mítico Espartaco indígena: "volveré y seré millones", citó Rosario y el embajador de Bolivia en México rememoró cómo su nación fue la primera en reconocer el régimen de Juárez, cuando éste incluso había rechazado la petición de Víctor Hugo para perdonarle la vida al barbudo pelele del napoleónico invasor francés. Denostado por "indio bárbaro" fue Bolivia el primer país que lo reconoció. Cerca de 150 años después, es esa nación la que abre la esperanza a Iberoamérica al tener un presidente indio ¿Casualidad? No, nada es por casualidad. El espíritu de un estadista agradecido prevaleció en la nación que le abrió las puertas de la legitimidad internacional. Volveré y seré millones...

Nula mención que contrastó con el reconocimiento en todas sus palabras a la demagogia encapuchada, en fin, costos de aliarse con la derecha golpista, en vez de mirar, como lo aconsejó el presidente Evo, al otro, a los movimientos que no son como nosotros, pero cuyas causas son las más cercanas a las nuestras: otro orden social y económico donde la justicia y la dignidad no sean opciones, sino el común denominador. Como lo dijo Elisa Segundo "porque los indígena somos humanos y también merecemos esos derechos".
Sin embargo, también tuvo palabras para ese otro que no queremos ver: la lucha no es exclusiva del indígena, del campesino o del obrero, es también de la clase media, de los profesionistas, de los urbanos pues. Todo ello si queremos ver, por fin, una América libre de gringos, dueña de sí y de su destino.
Quedémosnos pues, mexicanos, con las palabras de "el Evo", busquemos la unidad de nuestros movimientos, pasemos de nuestros liderazgos: nosotros también merecemos una patria justa y libre, hoy como desde hace 200, desde hace 100 años.