
Según el FELIFE, somos al menos 301,463 guanajuatenses patriotas, progresistas y nada pendejos. En específico en Guanajuato capital, somos 21,727. Y digo al menos porque faltan aquellos cuyos votos se los metió feli-pillo en el fundillo y no ha querido sacarlos; la opinión de los que optaron por no expresarla en las urnas y sobre todo, los votos de los que no están aquí porque se fueron a trabajar al gabacho "de jardineros" y les regresaron sus votos por haber cometido la blasfemia de no tacharlas en azul, o simplemente, no pudieron sufragar.
Como podrán ver, aunque muy valiosos, seguimos siendo pocos y eso ha motivado que muchos paisanos hayamos emigrado a otros lugares o a otros países. Muchos migramos a la Ciudad de la Esperanza y aquí estamos muy contentos, pero nuestras familias siguen allá, presas de los crueles "pitufos" clasistas y víctimas del voto apático y costumbrista de las clases populares guanajuatenses.
Con ello trato de brindarles un panorama de las condiciones que privan para los sectores progresistas de mi estado y que sin embargo, aunque en ambas asambleas nuestro candidato nos ha negado la mención pública a pesar de habernos visitado en Guanajuato capital 3 veces (hecho no igualado por ningún candidato presidencial en ningún momento de la historia del siglo XX), seguimos ahí parados bajo el sol o la lluvia, sabiéndonos estigmatizados allá e ignorados en las marchas de aquí.
Seguimos parados en nuestro corazón nacional -el zócalo de la gran México-Tenochtitlan, de la cual nunca se perderá la gloria y la fama- porque creemos en el país que Andrés Manuel perfiló en el plan de los 50 puntos, porque más que en AMLO, confiamos en el Nosotros que él encabeza pero no define.
Eso lo hace el personaje político más trascendental de la última parte del siglo XX y comienzos del XXI: que ha sabido ser la voz de un proyecto que entre todos, según nuestros alcances y limitaciones, hemos ideado en lo profundo de nuestro espíritu verdeblancoyrojo y nos hemos dedicado a gritar a los cuatro vientos siempre que podemos, aunque nos llamen renegados.
SER RENEGADO EN GUANAJUATO ES SER DOBLEMENTE RENEGADO. SER PELIGROSO EN GUANAJUATO ES SER DOBLEMENTE PELIGROSO
Para la primera asamblea, el comentario obligado en donde hago mi tesis era "¿crees que vaya a responder la gente?" "¿se llenará?" y hubo quienes nos dedicamos a animar a los que veíamos que ya se estaban cargando por el lado del desánimo. Afortunadamente respondió la mayor parte y el lunes por la mañana, las preguntas eran "¿fuiste el sábado?" "¿Por dónde estuviste?"; nótese que la especificación del lugar salió sobrando: todos sabíamos a qué se refería la pregunta, al zócalo, a la Asamblea.
Vía telefónica mi familia y yo nos pusimos de acuerdo. De Guanajuato capital salió un camión que pese a contingencias mecánicas, llegó tarde a su destino pero llegó. Llenar un camión en un municipio que percibe la protesta callejera poco menos que como "vandalismo", creánmelo, es toda una proeza.
Cuando supe que venía el minúsculo pero combativo contingente de renegados guanajuatenses (infártate fox, renegados ¡y guanajuatenses! ¡horror de horrores! ¡santos padrecitos cristeros, patronos de los asesinos de profesores, ampárenos!) supe que el país de 1988, el país de mi infancia, no es el mismo.
Para la marcha contra el desafuero también se lanzó un camión de mi pueblo, y esa vez fuimos un millón. Utilizando este hecho como medida, empecé a vislumbrar los alcances de nuestro movimiento y me sentí contenta, esperanzada.

El comentario salió porque en la 1ra Asamblea, ví un cartel con la leyenda "en 1988 defraudaron a mis padres, no lo volverán a cometer conmigo"; algunos más rezaban frases similares. Entendí los alcances de la tradición oral y de la comunicación familiar: no era sólo yo la que había estado parada en esa plancha 18 años atrás con escasos años de vida. Es un crimen que en la llamada "edad de la inocencia" se tenga que tener certeza de que los padres sufren estrecheces económicas, que nuestro país es saqueado en su patrimonio pecuniario, intelectual (¿han oído hablar de la "fuga de cerebros"?) natural y el que más me importa, el cultural. Es un crimen de todos los días en el 3er mundo. Es un crimen que sigue vigente.
Pero la memoria es más fuerte, y como en los mitos de las antiguas culturas, son los hijos de los afrentados los que toman venganza de las injusticias cometidas contra los ancestros. Hoy los "niños del '88" somos adultos, oscilamos entre los 25 y 35 años; como promedio, hemos votado dos veces y nunca hemos dudado de qué símbolo tachar, porque la cultura política de lucha, de resistencia, de izquierda, la hemos abrevado en casa la mayor parte de nuestra vida.
"No manches, llevo 18 años parada en esta plaza pidiendo lo mismo" fue lo único que atiné a decirle a un entrañable amigo con el que fuí al zócalo cuando ante mis ojos desfiló la citada pancarta. Y a mi mente vino el recuerdo del estruendo y la enorme columna de humo que vimos tras Palacio Nacional mientras estábamos oyendo a los oradores del mitin fundacional del PRD. Eran los malévolos cerillos de Cevallos haciendo de las suyas en el supuesto "corto circuito" que se originó en el sótano del Congreso de la Unión aquel 5 de mayo de 1989. Tenía 9 años. Se me razaron los ojos. Sólo el firme discurso de AMLO me regresó el aliento, la esperanza, y a la fecha actual: 8 de julio de 2006.
NI OLVIDO NI PERDÓN... nunca tuvo mayor significado esta frase que cuando leí las pancartas de los otros "niños del '88" los cuales al igual que yo, seguíamos parados ahí, pidiendo lo mismo, 18 años después.
La diferencia sólo es la credencial para elector que portamos ahora en vez del Transformer, el Mazinger Z o el Thundercat del ayer.
La diferencia sólo es de 3 sexenios de afrentas, saqueo, clasismo y falta de oportunidades. La mayor parte no vemos claro el destino laboral de nuestras vidas, sobre todo si somos universitarios hijos del artículo 3ro de la Constitución (osea, provenientes de las Universidades públicas).
"Poquito" margen de diferencia ¿no les parece? ¡y hay quien cree en el mentado 0.58%!
Me despedí de mis padres, que me dejaron en el amadísimo D.F. (en el ayer, nos regresábamos los tres a Guanajuato), se subieron en un camión con otra treintena de guanajuateños (en el ayer, veníamos en el carro familiar, porque los pemesistas éramos muy pocos) y se regresaron con el orgullo amarillo enchido de esperanza y muy en alto (en el ayer, con excepción de 1988, un apagado Cuauhtémoc en realidad no nos hacía sentir tan orgullosos de ser de izquierda y sobre todo, no nos hacía sentir que podíamos ganar las elecciones y cambiar el país).
Cuántas cosas han pasado: lo único que no ha cambiado, es la animosidad de mis queridos viejos, ya más cercanos a las pejepensiones que a la construcción de las 32 universidades públicas, una por estado, jajajaja.
SONRÍAN, aunque nos atoren, nuestros hijos vengarán la afrenta y México, ese México prieto, trabajador, alegre, desconfiado y burlón del poderoso, seguirá vivito y coleando. Hoy más que nunca NI OLVIDO NI PERDÓN.